Los efectos de la Guerra a Muerte en los combatientes patriotas y realistas se sintieron hasta varios años después del conflicto de la Independencia. Y aunque Simón Bolívar impulsara el Tratado de Regularización de la Guerra en 1820 junto con Pablo Morillo, en ambos bandos continuó el rigor, aunque a menor escala.

Manuel Antonio López, neogranadino que estuvo en la batalla del 9 de diciembre de 1824, dejó en sus Recuerdos Históricos de la Guerra de Independencia una anécdota al respecto.

“Suele obrar contra su autor el descrédito malicioso del adversario, y esto sucedió en Ayacucho. A pesar de que los Jefes españoles en el Perú sabían muy bien que la Guerra a Muerte iniciada y forzada por Monteverde en Venezuela había terminado por la regularización de Santa Ana; aunque conocían las generosas capitulaciones de Cartagena, Maracaibo, Puerto Cabello, Pichincha, Berruecos, etc., y los esfuerzos de Bolívar con el Virrey Sámano para salvar a los prisioneros de Boyacá (proposiciones que aquel imbécil desechó sin contestar ni recibir siquiera el pliego que las contenía), y a pesar de que desde Trujillo, Pativilca, Bolívar había propuesto al mismo Laserna la regularización, y Laserna se habla denegado a ella, persuadieron a la tropa de que los colombianos éramos asesinos y no les daríamos cuartel, de donde creo resultó en parte aquel contagio de terror tan espantoso después de la primera ventaja alcanzada por Córdoba, cuando todavía quedaban al Virrey mayores fuerzas y mejor situadas que las nuestras.

Manuel Antonio López.
Manuel Antonio López.

En prueba de ello, uno de los primeros prisioneros que yo hice fue el capitán Celestino Pérez, lucido joven, hermano del secretario del Virrey, quien al rendirme la espada alzó a mirarme la escarapela del sombrero y me preguntó: ‘¿Es usted colombiano?’, respondiéndole que sí, tembló todo él y los guantes se le cayeron de las manos; yo los recogí del suelo y se los devolví diciéndole: ‘No tenga usted cuidado, caballero oficial’.

Fuimos después excelentes amigos y me confesó que les habían hecho formar de nosotros una idea aterradora”.

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