El Libertador Simón Bolívar escribe a Francisco de Paula Santander en 1825, hablando acerca de sus primeros estudios, con el fin de refutar al diplomático francés Nicolas Mollien (1758-1850), que le criticaba.
“No es cierto que mi educación fue muy descuidada, puesto que mi madre y mis tutores hicieron cuanto era posible porque yo aprendiese, me buscaron maestros de primer orden en mi país. Robinson (Simón Rodríguez), que usted conoce, fue mi maestro de primeras letras y gramática; de bellas letras y geografía, nuestro famoso (Andrés) Bello: se puso una academia de matemáticas sólo para mí por el padre Andújar, que estimó mucho el Barón de Humboldt.
Después me mandaron a Europa de continuar mis matemáticas en la academia de San Fernando; y aprendí los idiomas extranjeros con maestros selectos de Madrid: todo bajo la dirección del sabio marqués de Ustáriz en cuya casa vivía.
Todavía muy niño, quizá sin poder aprender, se me dieron lecciones de esgrima, de baile y de equitación.
Ciertamente que no aprendí ni la filosofía de Aristóteles, ni los códigos del crimen y del error; pero puede ser que Mr. de Mollien no haya estudiado tanto como yo a Locke, Condillac, Buffon, Dalambert, Helvetius, Montesquieu, Mably, Filanger, Lalandes, Rousseau, Voltaire, Rollin, Berthot y todos los clásicos de la antigüedad, así filósofos, historiadores, oradores y poetas; y todos los clásicos modernos de España, Francia, Italia y gran parte de los ingleses.
Todo esto lo digo muy confidencialmente para que no crea que su pobre presidente ha recibido tan mala educación como dice Mr. de Mollien y aunque por otra parte yo no sé nada, no he dejado sin embargo, de ser educado como un niño de distinción puede serlo en América bajo el poder español”.