Antonio José de Sucre ejerció la presidencia de la recién creada República de Bolívar (luego de Bolivia) en 1826, y aunque le propusieron que el cargo fuera por toda su vida, el cumanés siempre estuvo renuente. Gobernó hasta 1828.

José Manuel Losa, diplomático boliviano, escribió sobre la presidencia del Gran Mariscal de Ayacucho. Su texto es citado por el coronel Manuel Antonio López Borrero en sus Recuerdos Históricos.

“Al marchar sobre Olañeta, fue todo su conato economizar sangre americana… Desde los primeros días de su administración discrecional, confió la elección de todos los empleados a Juntas calificadoras de vecinos.

Regularizar la hacienda pública, organizar la justicia, instituir escuelas primarias y colegios en todos los departamentos; garantizar y proteger los derechos y deberes de la compasible raza indígena; pacificar el departamento de Santacruz, defender las fronteras y reconciliar entre sí a los bolivianos, divididos por crueles rencores, fueron sus más notables actos.

Antonio José de Sucre
Antonio José de Sucre

No aceptó el mando supremo, después de mutuas y repetidas interpelaciones, sino con la condición de ser admitida su renuncia por el primer Congreso constitucional.

Él hizo amables libertad, orden y patria, con el ejemplo de su veneración santa a las leyes, con el respeto a los hombres y a sus derechos.

Durante su administración de más de dos años, la hacienda pública duplicó sus rentas, sin mayor gravamen de los bolivianos; arregló el mejor servicio de las catedrales y del culto, y a no ser por el valladar invencible de las preocupaciones, habría hecho que el Fisco asistiese a los párrocos, suprimiendo los diezmos y aranceles opresivos; no intervino en lo judicial sino para salvar víctimas del cadalso, en uso de sus atribuciones de clemencia, siendo cierto lo que dijo en su último Mensaje: ‘Ninguna viuda, ningún huérfano solloza por mi causa’.

Habitando sin guardias apostadas en su palacio, y expuesto alguna vez al puñal del asesino, paseando y visitando francamente, con un edecán o con un amigo, sin el menor aparato del Poder, era un republicano, un demócrata por excelencia: modernas virtudes cívicas, entonces desconocidas o amargamente censuradas por las fuertes impresiones de la educación colonial; sorprendiendo en cualquiera hora del día los colegios, escuelas, hospitales y otros establecimientos públicos para informarse de su estado y servicio: a cada instante ofrecía el Gran Mariscal el tierno y sublime espectáculo de un padre cariñoso y diligente en el seno de su familia.

Antonio José de Sucre, por Antonio Bosch Penalva
Antonio José de Sucre, por Antonio Bosch Penalva

Su sangre pudo corresponder a Colombia; pero su corazón estaba asiduamente consagrado al bien y ventura de los bolivianos.

Su profundo y casi fanático acatamiento a las instituciones, a las garantías públicas y privadas, le retrajo de sofocar oportunamente esa conjuración revolucionaria que estalló en Chuquisaca el 18 de abril de 1828, y que lo expuso a morir; pero la misión del Vencedor de Ayacucho era el apostolado de la Libertad: ser su paladín, su gran sacerdote y su mártir”.

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