Mural de Simón Bolívar en Caracas

Simón Bolívar descubre a un chileno enviado para asesinarlo: este fue su destino

Simón Bolívar estuvo en la mira de sus enemigos a lo largo de su vida. Los intentos de asesinatos fueron constantes para el Libertador, desde el incidente con el negro Pío en Jamaica hasta la Nefanda Noche del 25 de septiembre de 1828 en Bogotá.

Hay un hecho más que no trascendió, pero que muestra la agilidad mental de Bolívar y su sentido de la practicidad. Ocurrió en 1824, en Trujillo, Perú, y lo narra el coronel neogranadino Manuel Antonio López en sus Recuerdos Históricos:

“Como estoy persuadido de que muchas personas no deben tener conocimiento de algunos incidentes ocurridos al Libertador, no pasaré en silencio uno sucedido en Huamachuco (un valle a 184 kilómetros de la ciudad de Trujillo, ndr).

Simón Bolívar
Simón Bolívar

En esta ciudad se hizo indispensable establecer una maestranza para construir clavos de buen fierro, y volver a herrar la caballería, que había perdido las herraduras al atravesar la cordillera por la mala calidad de aquellos. El Libertador encargó de este trabajo a un sargento mayor, hijo de Chile (cuyo nombre no recuerdo), que se hallaba sin destino y que buscándolo había venido al cuartel general.

Apenas hacía dos días que se ocupaba en este oficio, cuando recibe el Libertador avisos confidenciales de que un Jefe del Ejército estaba encargado por los enemigos de asesinarle, por cuyo hecho le habían ofrecido una gran recompensa, y él se había comprometido a ello; y aunque no le decían al Libertador quién era este Jefe, ni su nombre, le acompañaban su filiación.

El Libertador se hallaba solo en su cuarto leyendo y repasando las señales de la filiación que tenía a la vista, cuando con su infalible golpe de ojo, reuniendo mentalmente el conjunto de facciones descritas en la filiación, se le representa el retrato del sargento mayor que hacia dos días había encargado de la maestranza; sale luego de su pieza, llama a un ordenanza y hace venir inmediatamente al Mayor.

Simón Bolívar, por José Anselmo Yáñez
Simón Bolívar, por José Anselmo Yáñez

Cuando éste entró, el Libertador conservaba en la mano el papel que contenía el denuncio; lo hizo sentar , y paseándose en la sala y haciéndole conversación, tuvo tiempo de comparar más atentamente las señales del Jefe con las de la filiación, y quedó íntimamente convencido de que era él la persona que le denunciaban.

El Libertador continuó tratándolo con tanta bondad y dulzura, que pocas veces se mostraría más afectuoso ni sereno con otra persona, y después de un largo rato de conversación, observando con cuidado los movimientos del sargento mayor, concluyó diciéndole: ‘Los Jefes y Oficiales que se unen conmigo, y que generalmente corresponden a mis esperanzas, siempre son colocados dignamente: usted irá de Comandante de armas a un buen pueblo: ocurra luego al Estado Mayor a recibir órdenes’.

El sargento mayor salió muy satisfecho, al parecer, de esta prueba de aprecio que acababa de recibir, y cuando había vuelto las espaldas, y yo entraba en la sala, me dijo el Libertador: ‘Pocas veces he visto un asesino tan bien retratado. ¿No le parece a usted que esta es la filiación de ese hombre que acaba de salir?’ (enseñándome el papel que la contenía). Luego me refirió todas las circunstancias que acabo de exponer, y me ordenó que fuese a hacerme cargo de la maestranza, saliendo el mayor al día siguiente para su nuevo destino, alejándolo de este modo de su persona. No lo volví a ver en el Ejército”.

Deja un comentario